Catching nostalgia

Anoche me fui a dormir y en los pocos minutos que duro hasta que me duermo, pensaba en la nostalgia.

Me está agarrando algo de nostalgia.

En once días, habré contraído matrimonio y me iré a vivir a mi casa. Formaré un nuevo hogar. Seré cabeza de familia. Armaré junto a mi mujer nuestro camino, nuestra línea de vida.

Estoy muy entusiasmado con todo eso, obviamente, más siendo que este casamiento es la coronación de un hermoso noviazgo y el comienzo de un proyecto en el que tenemos mucho empeño puesto y mucha esperanza.

Pero como todo proceso importante en la vida de una persona, para nacer de nuevo hay que morir. Y eso es lo que ocurrirá. Betiana y yo renunciaremos a nuestras vidas anteriores para comenzar una nueva vida juntos.

Y eso es lo que me da algo de nostalgia, lo cual es obvio. Distinto a lo que pasa en muchas ocasiones, yo no tengo ningún motivo como para huir de mi casa actual. Amo a mi familia, y disfruto de cada momento que vivo con ella (fuera de los líos comunes que nos ocurren a todos). Entonces pensaba que extrañaré a mi hermana, a mi padre, los sonidos de la mañana, la radio de mi viejo prendida mientras yo me cambio para salir a trabajar, el olor a la comida cuando entro, los saludos de mi hermana, los momentos que compartimos filosofando mientras comemos hamburguesas, los colores de mi habitación.

Hay sólo dos cosas que me permitirán enfrentar este cambio, esta muerte y resurrección: son el amor por Betiana y la esperanza que tenemos en formar un hogar similar, con esas mismas cosas chiquitas que harán a nuestros hijos y a nosotros mismos también amar nuestra familia.