Hace varios días tuve un encontronazo con mi jefa.
No es ninguna novedad que una persona tenga roces con sus superiores. Es algo habitual y que ha generado miles de libros, reflexiones, películas e historias. Sin embargo, me quedó dando vueltas el asunto por diversas cuestiones que se me plantearon.
La cosa surgió por una pavada: un punto y aparte. Sí, un elemento ortográfico disparó este evento desagradable. Sucede que por un asunto bastante importante que hay en el Juzgado, la Secretaria (mi jefa) está muy compenetrada del asunto hasta el punto de la exageración, con lo que está alterándose en su vida cotidiana. Y ese tema del punto y aparte derivó en un enojo conmigo, que justo vine a plantear una disconformidad. Excelente momento para hacerlo.
La cuestión primera que pensé es "qué asimétricas son las varas con las que se miden estos asuntos". Por el exceso de trabajo, los jefes se tornan huraños, contestan mal y se ponen quisquillosos con la mayoría de los asuntos. Y flota en la mente de los jefes que los subordinados no podemos decir nada. En cambio, por cualquier queja que hagamos los subordinados a los jefes podemos terminar retados y sancionados. ¿Cómo es eso?
La otra cuestión pasa por el enfrascamiento en el que a veces podemos caer cuando un tema laboral nos absorbe la mente y comienza a alterarnos la personalidad.
Sobre lo primero, pensaba en que muchos dirán: -"pero es normal y no se puede hacer nada al respecto". Pues, me parece que sí. El "maltrato" o ese conflicto de lso jefes hacia sus empleados es básicamente una cuestión de actitud. Se puede ser un excelente jefe sin necesidad de enojarse o hacer sentir mal a los otros. Incluso hasta es posible lograr mejores esfuerzos de la gente mediante la "buena onda". Hay que reducir a cero esas órdenes "hacé esto porque sí" o "hacelo así porque siempre se hizo así". ¿Qué cuesta comprender un poco al otro?
Y sobre el enfrascamiento, ¿qué decir que no se haya dicho? Hay demostraciones de familias rotas porque uno de los miembros se extralimitó en su trabajo y terminó reemplazando su vida personal por la laboral.
Lo triste es que mi jefa es una excelente persona, simpática, agradable y razonable. Pero estas virtudes se opacan ante estas situaciones conflictivas.